Contienen
hasta un 25% de grasa y un 3% de sal,
però són adictivas delante de una gran pantalla. El precio medio de 100 gramos en un cine es
de 3,29 euros, frente a los 0,32 euros que cuestan en una tienda. Con todo,
las palomitas representan el gran negocio de las salas de proyección. ¿Qué
tienen para despertar esa pasión entre los consumidores?
Ritual
del cine
El cine no es, únicamente, una
película vista en una pantalla de gran formato. Ir al cine se convierte en un
ritual, que se suele llevar a cabo los fines de semana, cuando el estrés
laboral ofrece una tregua y la mente solo quiere desconectar, por un par de
horas como mucho, del mundo real.
El primer paso para querer ir al
cine es no tener nada mejor que hacer. No puede hacer calor, porque si no la playa
tira más. No puede hacer mucho frió, porque si no el sofá de casa gana. Se
trata de encontrar una tarde de esas tontas, en las que se piensa, ¿qué podemos
hacer?. Para esos días, las salas de cine se convierten en las mejores aliadas
contra el aburrimiento.
El segundo paso es elegir
compañía. Aunque se puede ir solo o con un gran grupo, lo mejor es ir en
pareja. De cara a comentar el argumento a la salida es lo más productivo,
porque se evita entrar en grandes debates que suelen acabar mal.
Además, el cine se ha convertido
en un clásico de las primeras citas, en las que aun no hay mucho tema de
conversación, y de las citas más avanzadas, en las que ya no se piensa en
conservar, sino en pasar a la acción. Para estas últimas, fila 12 es la más
disputada.
Palomitas
en pareja
Pero sin duda, lo mejor de ir en
pareja es compartir las palomitas. Es en este contexto cuando se hace realidad
la máxima de “tres son multitud”, porque resulta poco práctico el hecho de
tener tres manos hurgando en el recipiente de cartón.
De palomitas hay de dos tipos,
las clásicas saladas y las de colorines, de un sabor dulce ambiguo. Paras las
primeras, sobretodo, es necesario un litro de Cocacola, si no se quiere salir
de la sala con una úlcera de estómago.
Es en este punto donde se suele
producir una disputa entre los cinéfilos y los que van al cine ha echar unas
risas. Los primeros no soportan el “crac crac” que hace el maíz hinchado en
contacto con los dientes, aunque lo que les saca de quicio es el sorbido de
bebida, sobretodo cuando esta ya escasea.
A pesar de ser
caras, grasientas e indigestas, las palomitas representan la mayor ganancia de
las salas de cine, muy por encima de las propias entradas. Hay consumidores que
gastan hasta diez euros únicamente con los Hot Dogs, la bebida, las golosinas y
las palomitas. Una gran industria de nutrientes para soportar el coste de
películas poco taquilleras y levantar el negocio del cine.
Oda
a las palomitas caseras
E aceite caliente
espera ansioso su llegada,
al entrar en la sartén
parecen perlas doradas.
Saltan como chispas encendidas,
Se abren como flores de alegría.
Al salir de la sartén
lucen vestidas de blanco,
alegres y saltando.
Todas ellas tan finas,
Se deslizan suavemente
Para caer en tu plato.
Al llevármelas a la boca
siento el calor que desprenden
y su sencillez me envuelve.